El interés se centra en la posibilidad de reprogramar ciudades, de optimizar su funcionamiento y redirigir sus destinos. La ciudad presente es el hardware en la era del software. Una ciudad extensiva, poblada de arquitecturas flexibles, efímeras. Sin más prótesis ni operaciones a corazón abierto, sino inyecciones: trabajos que desaparecen en el cuerpo de la ciudad, y que transforman el organismo sin enfrentarse a él, donde el pasado y el presente confluyen en un lugar: el futuro.
El hogar, con esa palabra tan decimonónica y esa realidad tan incómoda que solo por casualidad se adapta a nuestra forma de vida. La enternecedora familia tipo es hoy la menos común de las formas de cohabitación y, sin embargo, el esquema espacial dentro del cual estamos forzados a habitar en la mayor parte de los casos, apenas se ha modificado.
Nuestras necesidades, están más cerca de un lugar de tránsito… un sitio del que poder salir por cualquier parte, destinado a ser reconfigurado a cada instante y en el que se permanece por tiempo limitado, un escenario para lo doméstico mucho menos homogéneo y estable que el del hogar. El acto de habitar ya no responde a tipos y tampoco cabe en un catálogo.
Se establece Una nueva relación con el entorno natural, mediante la cual los hábitos se modifican, permitiendo su transformación en un espacio continuo, sin islas, sin interferencias, un lugar agradable adecuado para el ocio y el placer.
Existe un nuevo espacio, que desempeña el papel tradicional de la literatura, dentro del cual el texto se diluye en el hipertexto como la línea está contenida dentro de la maraña. Una forma más amplia de pensar y relacionar pensamientos, un contenedor ubicuo e infinitamente versátil, un espacio donde las relaciones se modifican y la identidad desaparece.
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